ANTONIO LUQUE AVILA
TODOS LOS HOMBRES VIEJOS (2021)
“Cuando intento recordar mi cuerpo de juventud, se desdibuja en mi memoria. Me he acostumbrado demasiado a mi cuerpo de hoy, y el de ayer ya me es demasiado extraño. Puede ser que haya alguna cosa en mi piel que se haya mantenido en el tiempo. No estoy seguro. En algún momento todos los hombres viejos hemos tenido la capacidad fugaz de brillar como cometas. Pero el tiempo se come estos destellos y hace desaparecer sus reflejos.”
Zakaria Tamer
Siempre he tenido un afán recopilador, como si padeciese un síndrome de Diógenes de imágenes residuales, archivando, ordenando como un bibliotecario personas, paisajes u objetos que por uno u otro motivo me llegaban a cautivar. Intentando conectarlas con algunos temas que particularmente me interesan: el amor incondicional, el paso del tiempo, el dolor infringido como medida de control, la perdida...
En una de mis búsquedas apareció una imagen de un modelo artístico de los años cuarenta en una pose que recordaba las estatuas clásicas griegas, ésta será la primera de las 7000 imágenes diferentes recopiladas en los tres primeros meses de búsqueda, contactando con coleccionistas, de modelos masculinos desnudos o semidesnudos, realizadas antes de 1980. El resultado de esta recopilación es el substrato de “Todos los hombres viejos”.
“Todos los hombres viejos” es la relación del paso del tiempo, a partir de estas fotografías de hombres jóvenes superpuestas que crean unos cuerpos fantasmales de rostros desdibujados, cuyos miembros se mantienen en un eterno ajetreo o movimiento misterioso, creando una representación de todos los hombres. Quizás el hecho fotográfico también nos aleja del concepto de humanidad, a pesar del reconocimiento de la figura masculina que se metamorfosea tomando visos monstruosos donde solo algunas partes del cuerpo son reconocibles. El resto se tornasola en un espejismo de habitaciones y paisajes que forman un decorado donde interfieren todos los lugares posibles entre el interior y el exterior.
El paso del tiempo se convierte así en inexorable y turbulento, llevándonos a la destrucción del recuerdo de nuestra imagen, o a una reconstrucción defectuosa de la misma.